domingo, 2 de septiembre de 2012

EL ASESINO EN SERIE DEL BAJO FLORES.


Por mi amiga María Laura Quiñones Urquiza.
Perfil del asesino
El asesino en serie mata por una necesidad psicológica. Tanto él, como la víctima y la escena del crimen, forman una sinergia que cumple con sus fantasías violentas y lo llevan a la acción. En este caso, la satisfacción emocional que obtiene es la aserción de poder que le da aliarse a San La Muerte para asegurar lo que en su vida diaria no obtiene.
El perfil geográfico criminal habla de una lógica espacial reducida, prefiriendo la comodidad de desplazarse por lugares que conoce perfectamente y le permiten ser eficiente en la huída, aunque debemos considerar el factor emocional de esta elección: la posibilidad de recorrer los lugares posteriormente, cuando necesite reavivar los crímenes.
Si bien la racionalización de los hechos suena descabellada, queda la posibilidad de evaluar un brote psicótico o una psicopatía pura, debido a la edad del sospechoso (22 años).
El hecho es que su sensación de omnipotencia fue tan desmedida que poco importó cubrir su identidad y ser reconocido por algún testigo.
Esto no significa que haya querido ser atrapado: en los asesinos seriales hay un punto de saturación que hace que cometan errores o que sucumban.
El tipo de arma utilizada habla de un agresor que no busca un contacto directo, cercano y personal con las víctimas, ya que éstas previamente han sido deshumanizadas, cosificadas.
Le gusta mantener el control y no da lugar a perderlo si es que se aproxima a ellas y muestran resistencia: la inseguridad es uno de los rasgos salientes de su personalidad. Probablemente haya vivido hechos frustrantes y desestabilizantes previos a los ataques.
Los agresores en serie elaboran rituales de modo subconsciente a partir de su tercer o cuarto ataque. Esta es una huella psicológica que sirve para comprender el conflicto que se les presenta cuando, una vez finalizado el ataque, deben reintegrarse a la vida normal.

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